"Las personas llevan el universo en su interior: son lo que encuentran en sí mismas y encuentran en otras, únicamente, lo que esperan encontrar"
Proverbio Sufí

domingo, 15 de mayo de 2011

JANTIPA (Grecia siglos V-IV a.C.)



Jantipa "La rubia, la amarilla", en griego antiguo, es una de las mujeres más maltratadas por los textos clásicos, influencia que fue trasladada a los autores modernos y contemporáneos que beben de dichas fuentes. Desde los platónicos hasta Nietzsche, la relación entre Jantipa con el famoso filósofo ha sido empleada como perfecto ejemplo de la contradicción que se da entre los términos "filósofo" y "casado", así como para ensalzar de manera constante la figura de su marido, su sabiduría y templanza en oposición a su esposa, siempre irascible y malhumorada.

Sócrates se casó con Jantipa, su primera mujer, cuando tenía casi cincuenta años, más por tener un hijo que una esposa. Hasta aquel momento se había mantenido siempre apartado del matrimonio y, quien le pedía consejo sobre si debía casarse o no le respondía invariablemente: "Haz como te plazca; de todos modos, en ambos casos te arrepentirás".

Jantipa, mujer de carácter fuerte, ha pasado a la historia como el estereotipo de la esposa pelma y posesiva. Mujer denostada donde las haya, no ha tenido la oportunidad de dejar constancia de su pensamiento, toda vez que los textos conservados están yermos de palabras que hubieran sido pronunciadas por Jantipa.

Sobre la relación entre Sócrates y Jantipa siempre se ha cargado la mano. Su carácter irritable por el que eternamente ha sido conocida se justifica por la difícil y asimétrica relación sentimental con Sócrates, a través de la que asoma una mujer envuelta en un halo de humanidad y sinceridad que despierta simpatías.

Con probabilidad la vida conyugal debía ser mucho más normal que lo que se piensa: ella era un ama de casa como tantas, dotadas de sentido práctico, cargada de problemas concretos, con uno (o tres) hijos que criar y con un marido que, aparte de una pequeña renta que le dejara su madre, no llevaba a casa ni un duro. El era un buen hombre, rico en ironía. Lo que más enfurecía a Jantipa era el hecho que su marido no le dirigía casi nunca la palabra: tan dicharachero con los amigos por las calles de Atenas como taciturno en casa.

Sin embargo, Jantipa no se ajusta al papel de mujer sumisa que sería de esperar en una época de hombres tan guerreros como es la Grecia clásica. Siempre aparece airada y con un cierto aire de rebeldía crónico. Cosa que si analizamos no es de extrañar, ya que Sócrates que no era precisamente un marido ejemplar, se pasaba prácticamente la vida en los espacios públicos donde tenía sus seguidores. Diógenes Laercio cuenta que una vez, durante una discusión, Jantipa perdió hasta tal punto los estribos que le arrojó un cubo lleno de agua, ante lo cual Sócrates dijo por todo comentario: "Sabía que el trueno de Jantipa se transformaría antes o después en lluvia".

Por su parte, Aristóteles nos informa que tuvo también una segunda mujer, Mirto, que era hija de Arístides el justo. Según Plutarco, el filósofo se casó dos veces sólo por bondad, ya que Mirto había acabado en la más negra de las miserias. Otros sostienen, en cambio, que era sólo una concubina a la que se había llevado a casa una noche en que había bebido. Con Mirto tuvo dos hijos, Sofronisco y Menexeno, que, junto a Lámprocles, el primogénito, hijo de Jantipa, hicieron ascender a tres la descendencia del filósofo. El asunto no nos debe asombrar tanto dado que el gobierno de Atenas, para aumentar el número de los verdaderos atenienses, animaba a los ciudadanos a tener hijos con mujeres distintas.

Hasta aquí la historia como se ha contado hasta ahora.

 
La promiscuidad de Jantipa, una mujer que, a más de engendrar hijos naturales a Sócrates, sufría con indolencia y con amargura el segundo plano al que era sometida por Mirto y a las constantes ausencias de la doble vida del filósofo, que pasaba más tiempo en el Ágora con sus adeptos que en el hogar de la concubina con sus hijos, fue convertida en hostilidad, haciendo de Jantipa un prototipo de mujer-villana, por el mero hecho de resistirse a aceptar lo establecido.

Jantipa fue una mujer transgresora, que al aceptar el concubinato socrático sobrepasó los límites de lo correcto y socavó las pautas de comportamiento propias de su sexo. Por ello fue, probablemente, malograda, difamada y criticada hasta nuestros días.

Para saber más: CALERO SECALL, Inés, Jantipa (siglos V-IV a. C.), Ediciones del Orto, Madrid, 2003, 95 págs















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