Cornelia rechaza la corona de Ptolomeo VIII.
Laurent de La Hyre. Museo de Bellas Artes de Budapest.
Hija de Publio Cornelio Escipión el Africano, uno de los más grandes héroes militares de Roma, y de Emilia Tercia, hermana de Lucio Emilio Paulo, el conquistador de Macedonia.
A los 18 años, fue casada con Tiberio Sempronio Graco, miembro de una de las familias nobles más antiguas, que fue cónsul en el 177 antes de Cristo, censor en el 169 y cónsul nuevamente en el 163. Pese a que Tiberio Graco le llevaba varios años a Cornelia, su matrimonio fue feliz. Ella le dio nada más y nada menos que 12 hijos, a quienes cuidó con cariño y devoción y educó personalmente (algo para lo cual estaba perfectamente capacitada, pues era una mujer muy culta, al igual que su padre). Los únicos que llegaron a la edad adulta fueron Tiberio y Cayo Sempronio Graco, y Sempronia, quien se desposó con su primo,Publio Cornelio Escipión Emiliano.
El matrimonio terminó cuando, según una versión recogida por Plutarco, dos pequeños dragones, macho y hembra, fueron hallados en la cama de Tiberio y Cornelia. Al consultar a los augures, ellos dijeron que los dioses deseaban la muerte de uno de los cónyuges, y que uno de los dragones debía ser por ende sacrificado: si mataban al macho, Tiberio moriría, y si mataban a la hembra, Cornelia moriría. Tiberio decidió matar al macho, pues consideraba que la vida de su joven esposa era mucho más valiosa que la suya. Así, Tiberio Sempronio Graco murió en el 154.
Cornelia Africana fue una de las matronas romanas más queridas y respetadas, aceptó la viudez con dignidad. Fue una mujer culta y de carácter fuerte. Después de la muerte de su esposo (153 a. C.), recibió varias ofertas matrimoniales llegando a rechazar casarse con el rey de Egipto, Ptolomeo VIII, para consagrarse a la educación de sus hijos.
La pérdida de sus últimos dos hijos no destruyó a Cornelia, como todos en Roma esperaban. Ella se limitó a trasladarse a una villa en Miseno, donde formó una corte de intelectuales y artistas. Formó parte de la familia que más se entregó a la defensa de la cultura helenística en Roma. Plutarco cuenta que era capaz de narrar con toda tranquilidad las hazañas de su padre y de sus hijos, sin llorar por ellos, como si estuviera hablando de héroes mitológicos. Allí murió pacíficamente; para honrarla, el Senado le levantó una estatua, un honor inédito para una mujer romana en el período republicano: estatua de bronce en el Foro Romano, de la cual se conserva la base con el epigrafe: Cornelia Africani F. Gracchorum (Cornelia, hija del Africano y madre de los Gracos). Fue la primera estatua de una mujer expuesta al público en Roma (más adelante, bajo el Imperio, fue común que las mujeres de los emperadores recibieran ese honor).
Cornelia ha pasado a la historia como ejemplo de fidelidad a su esposo muerto. En clara contradicción con las leyes de carácter demográfico, que obligaban a casarse a las viudas pasado un tiempo de la muerte de su marido, ha quedado como ejemplo de mujer de un solo hombre, por lo que se la llamó uniuira. Culta y refinada fue admirada por Cicerón.
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